Ellas no pasaban el día barriendo la cueva

En la medida que siguen avanzando las investigaciones históricas, se comprueba la falsedad del mito según el cual, desde los tiempos de las cavernas la mujer ha cumplido un papel secundario, relegada a las tareas domésticas. 

En la prehistoria las mujeres hacían cosas que muchos jamás habrían creído: salían a cazar, fueron guerreras, creaban arte y disfrutaban de un estatus elevado. A propósito de conmemorarse el Dia Internacional de la Mujer (8 de marzo) es muy importante que comencemos a liberarnos de mitos machistas y prejuicios de género.

Uno de los aportes más interesantes y polémicos lo constituye el libro “El hombre prehistórico es también una mujer” de la investigadora francesa Marylène Patou-Mathis, el cual se inicia con una contundente afirmación: “¡No! ¡Las mujeres prehistóricas no se pasaban el día barriendo la cueva! ¿Y si resulta que también pintaron Lascaux, cazaron bisontes, tallaron utensilios e idearon innovaciones y avances sociales?”.

La autora se basa en recientes hallazgos arqueológicos que revelan que los rasgos de las manos de muchas pinturas rupestres famosas hoy se asignan en gran medida a mujeres. Aunque los primeros espeleólogos estaban convencidos de que la incursión en las cavernas solamente podía ser cosa de hombres, en realidad las mujeres se encaramaron por sus paredes intransitables y las pintaron.

Según la prehistoriadora Patou-Mathis, en otros ámbitos no hay pruebas sólidas de una autoría femenina. Pero lo fundamental, precisamente, es que tampoco hay pruebas de que hayan sido obras de los varones. La Venus de Willendorf, por citar un caso, puede haber sido creada también por una mujer. El hecho de que ese cuerpo femenino exuberante haya sido denominado “Venus”, en honor a una diosa romana de una época completamente distinta Esto nos dice sobre todo una cosa: que desde el punto de vista de quienes bautizaron la obra, solo era posible representar una mujer desnuda para el placer del hombre. Es apenas uno de muchos ejemplos de cómo los viejos tiempos han sido y son sometidos al pensamiento patriarcal del presente.

No se trata solamente de una injusticia, sino que además es una estupidez porque obstaculiza la mirada científica. Muchas veces los propios esqueletos de nuestros antepasados no se ajustan a las expectativas actuales respecto a las características femeninas y masculinas. Por ejemplo, las inserciones musculares y el desgaste óseo demuestran que las neandertales solían arrojar lanzas. Una tumba descubierta en 1880 en la isla sueca de Björkö sirvió durante décadas como referencia para la identificación de guerreros vikingos enterrados. ¿Quién más que un hombre sería sepultado así, rodeado de tanta opulencia, junto con una espada, dos lanzas y 25 flechas, dos caballos y un juego con tablero y piezas? En 2014 se determinó inequívocamente mediante análisis de ADN que el esqueleto era femenino. Tal como escribe Patou-Mathis, “la sociedad occidental patriarcal del siglo XIX era incapaz de aceptar la idea de que había guerreras”.

En 2020, un descubrimiento arqueológico en el altiplano andino aporta más evidencias. Entre los restos encontrados en la excavación, los investigadores analizaron un cuerpo femenino, enterrado hace unos 9.000 años junto a herramientas de caza. La mujer, descubierta en el yacimiento, fue registrada como Wilamaya Patjxa individuo 6, o “WPI6”, y estiman que tenía entre 17 y 19 años cuando murió. El análisis de una sustancia conocida como “péptidos” en sus dientes, que son marcadores del sexo biológico, permitió conocer que era una mujer.

Entre los utensilios que estaban junto a ella había puntas de proyectil que probablemente se usaban en lanzas ligeras arrojadas con un atlatl (propulsor de lanzas). Los arqueólogos argumentan que esas puntas se utilizaban para cazar animales grandes. También había grandes huesos de mamíferos en la tierra alrededor de su tumba, lo que demuestra lo importante que era la cacería en su sociedad.

El hallazgo es parte de un estudio publicado por el equipo de investigadores en Science Advances, en el cual señalan que revisaron otros esqueletos enterrados alrededor y que pertenecen al mismo período, explorando específicamente tumbas que contienen herramientas similares asociadas con la caza mayor. Descubrieron que de los 27 esqueletos en los que se podía determinar el sexo, el 41% eran probablemente mujeres. Por ello, consideran que la caza mayor en esta región de Latinoamérica (una extensa planicie que abarca parte del noroeste de Argentina el occidente de Bolivia, parte del norte de Chile y parte del sur del Perú) era realizada por hombres y mujeres en grupos de cazadores-recolectores.

No cabe duda que estos hallazgos han puesto en tela de juicio muchas ideas y estereotipos, como la versión tradicional de que la cacería era ocupación exclusiva de los miembros masculinos de las antiguas sociedades, lo cual supone una división del trabajo por género en el que los hombres eran los que cazaban mientras que las mujeres eran más propensas a quedarse en casa con los niños pequeños y haciendo tareas domésticas. Resulta que no es así, ellas también fueron cazadoras y guerreras. No pasaban el día barriendo la cueva

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