
La salud es la necesidad humana más inmediata, luego de comer. Inmediata considerando que quien enferma y no se cura pierde la vida. Pero enfermarse no es simplemente un hecho biológico. Es también un hecho social.
Lejos de ser una maldición o una desgracia, la mayoría de las enfermedades de la mayor parte de la gente son evitables. Sus consecuencias pueden ser disminuidas o eliminadas o, en el peor de los casos, la sobrevivencia puede resultar digna y llevadera.
Cabe recordar que la Organización Mundial de la Salud (OMS) define la salud como “un estado de completo bienestar físico, mental y social” y no meramente la ausencia de enfermedad o dolencia.
Entre los peores mitos en torno a la salud se cuenta la teoría de las desgracias personales, puesta a circular por los mas oscuros intereses, sobre todo cuando se trata de dar cuenta de los problemas de la población más humilde y vulnerable. Según esta teoría, todo es una “desgracia”, si uno se enferma, si uno pierde el trabajo o su casa, si uno debe abandonar los estudios, etc. Esta teoría no es la única ni la más descarada, pero si la más común y, quizás, la más peligrosa porque se ha institucionalizado. Tanto es así que hay numerosos refranes populares. “Las cosas pasan porque tienen que pasar”, “Unos nacen con estrella y otros nacen estrellados”, entre otros.
Para curarnos en salud debemos superar el mito de las desgracias personales, y tomar conciencia que la salud no es un estado de gracia o desgracia, ni un favor que nos hacen instituciones públicas o privadas, sino que es un Derecho Humano. Toda persona tiene derecho a la salud. Esto se refiere tanto al derecho de las personas a obtener un cierto nivel de atención sanitaria y salud, como a la obligación del Estado de garantizar un buen nivel de salud pública con la comunidad en general. De hecho, el artículo 83 de la Constitución Bolivariana establece que “la salud es un derecho social fundamental, obligación del Estado, que lo garantizará como parte del derecho a la vida. El Estado promoverá y desarrollará políticas orientadas a elevar la calidad de vida, el bienestar colectivo y el acceso a los servicios”.
El derecho a la salud también está estrechamente interconectado con numerosos otros derechos humanos, incluidos los derechos a la alimentación, el agua, la vivienda, el trabajo, la educación, la vida, la no discriminación, la privacidad, el acceso a la información, entre otros.
Otro aspecto importante para curarnos en salud es el Autocuidado, que es definido por la OMS como “la capacidad de individuos, familias y comunidades para promover la salud, prevenir enfermedades, mantener la salud y hacer frente a las enfermedades y discapacidad con o sin el apoyo de un proveedor de atención médica”. Es decir, cada uno de nosotros es corresponsable de su salud En este sentido, el ya mencionado artículo constitucional también indica que: “Todas las personas tienen derecho a la protección de la salud, así como el deber de participar activamente en su promoción y defensa, y el de cumplir con las medidas sanitarias y de saneamiento que establezca la ley”.
Una manera de participar activamente en la defensa de nuestra salud es cultivar una cultura preventiva. La prevención en salud implica trabajar en la práctica de hábitos o conductas que contribuyen a estar sano, además de la detección precoz de enfermedades. Incentivar la actividad física, promover una alimentación saludable, no fumar, no consumir bebidas alcohólicas en exceso, evitar el sobrepeso y hacerse un chequeo médico de control ante cualquier síntoma de trastorno físico o emocional.
Arnaldo Rojas
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