La mente y el cuerpo están íntimamente unidos y desempeñan una poderosa influencia sobre nuestra vida y nuestro bienestar. Afortunadamente, nuestro organismo dispone de un potencial bioquímico, un laboratorio interior capaz de producir sustancias que favorecen el sistema inmunológico y que se pueden aprovechar en beneficio propio.
Por eso es tan importante construir salud con las herramientas personales de las que disponemos. Las emociones son una de estas herramientas fundamentales
Stella Maris, tanatóloga, terapeuta biopsicosocial, lo expone muy bien en su libro “El Laboratorio del Alma”, donde explica que es posible cambiar nuestra biología ante la enfermedad y resignificar la propia vida. Veamos algunos de los pasajes más interesantes de esta obra.
En cuanto a las herramientas que disponemos en nuestro “laboratorio del alma”, señala: “Crear salud es lo más importante, pero, a veces, el estilo de vida que llevamos NO ayuda a construir salud, sino que la va destruyendo poco a poco. Y no nos damos cuenta hasta que aparece una situación grave. Cuando esto ocurre nuestra actitud resulta vital para poder superar cualquier reto, contratiempo o enfermedad. Cada persona tiene herramientas para crear salud. Entre las que se cuentan: gestionar las emociones y actividades como la meditación o la relajación, que le permiten conectar con su faceta espiritual. Las emociones positivas ayudan a construir salud”.
Stella Maris recuerda que “está demostrado científicamente que hay estados emocionales negativos que se corresponden con estados fisiológicos que, mantenidos permanentemente, rompen el equilibrio. Equilibrio es la palabra más sagrada que tiene el ser humano para sentirse bien. El cuerpo está preparado para reaccionar a las tensiones agudas más que a las crónicas”.
Y destaca que por eso las tensiones negativas: “cuando se instalan, nos impiden disfrutar estados de excelencia. Algunos investigadores aseguran que padecemos “síndrome de déficit de deleite”. No sabemos gozar de lo que nos rodea, de lo que nos regala la vida porque a menudo la mente nos asalta con dudas o preocupaciones. Y todo lo que piensas y sientes va entretejiendo la salud actual y también la futura”.
Es por ello que la angustia, el miedo, la rabia contenida, cada una de las emociones mal vividas fabrican su propia bioquímica y pueden ser tóxicas y depresoras del sistema inmunológico. Este responde a señales internas y externas y a otros sistemas como el endocrino y el nervioso. Por tanto, no es la situación o el hecho vivido en sí, sino la forma en que la persona afronta una situación emocional lo que permite producir cambios significativos en la respuesta inmune. No es lo que te pasa sino cómo lo vives lo que acaba metabolizándose en tu organismo.
En cuanto a cuál es la mejor manera de reaccionar ante un diagnóstico adverso, la autora plantea que “hay dos formas: o uno siente que ese diagnóstico o esa enfermedad viene a arruinarte la vida, o puedes sentir también que te la viene a enriquecer. En el primer caso, la persona seguirá haciendo lo que hizo siempre, pero si sentimos que la enfermedad viene a enriquecernos, aquí es donde se inicia un viaje interior que va más allá de la enfermedad”.
Lo verdaderamente sorprendente y milagroso es que nuestro sistema inmunológico, ante cualquier adversidad o una enfermedad grave, sigue estando allí para cooperar en nuestro proceso de recuperación. Tiene la capacidad de generar nuestros propios medicamentos endógenos para curarnos o mejor aún para preservar nuestra salud. Solo tenemos que saber cómo ayudarlo.
Ilustración: Julie de Waroquier
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