Cuidemos al cuidador

Nos hemos acostumbrado a pensar en la enfermedad en relación con su curación, o en todo caso, su prevención, pero olvidamos que todas las personas que ven seriamente afectada su salud necesitan cuidados. Es más, no resulta posible que la curación ocurra –en los casos que es posible- sin una buena dosis de cuidados. De allí la gran importancia de los cuidadores. Pero los cuidadores también necesitan ser cuidados.

Se denominan cuidadores familiares (o informales) al conjunto de personas que dedican una gran parte de su actividad diaria al cuidado de personas con una condición de salud crónica, o con dependencias o discapacidades permanentes. Conforman un colectivo cada vez más numeroso que realiza una tarea necesaria pero que, sin embargo, es poco visible y reconocida socialmente. Por cierto, llama la atención su elevada feminizaciónun 80% de los cuidadores, son cuidadoras familiares y amas de casa.

Ya es hora no solo de valorar la importante función que ejerce la cuidadora o el cuidador, sino también tomar en cuenta que tenemos que cuidar al cuidador, ya que diariamente viven momentos difíciles con las personas que cuidan, y ante la incertidumbre de esta situación sienten  desesperanza, desasosiego, tristeza, angustia y temores, entre otras emociones. 

Esta tarea,  que supone el desempeño de un rol tradicional, no sólo limita la participación social, las relaciones interpersonales y la autonomía de las cuidadoras y cuidadores, sino que afecta su salud, muchas veces severamente, porque pasan gran parte de su tiempo cuidando a otras personas, pero desatienden su propio bienestar. Algunas de las tareas que implica ser cuidador, como levantar o bañar a su ser querido, pueden agregar una exigencia adicional a su cuerpo. Ser cuidador también puede provocar un estrés financiero, por lo que es posible que evite ir al médico para no tener que pagar consultas o tratamientos.

Todos estos factores pueden afectar su salud emocional, mental y física. Los patrones culturales tradicionales no ayudan y siguen reforzando esta asignación desigual sobre todo para las mujeres. Además, las propias cuidadoras consideran su tarea como un deber moral (90%) y, en muchos casos, lo realizan por iniciativa propia (70%). Y aunque muchas se sienten satisfechas con su labor y piensan que eso las dignifica, un gran número reconoce que no tiene otra alternativa y que esta actividad repercute negativamente en su calidad de vida. En algunas ocasiones llegan a abandonar sus propias tareas, trabajos o estudios, o a trasladarse de su hogar al del familiar en condición vulnerable. El cuidar de otra persona, por lo general, lleva al descuido y desatención de  sus propias necesidades, afectando el  desarrollo de su vida.

Por lo que, cuidarse a uno mismo es requisito imprescindible para poder cuidar oportunamente a los demás. Cuando la persona está bien consigo misma y su propio cuerpo, puede decirse que está en las mejores condiciones para ayudar a  la persona dependiente. Los cuidadores que no se cuidan pueden desarrollar a largo plazo problemas psicológicos, problemas psicosomáticos o el síndrome del cuidador quemado. Cada cuidadora o cuidador, para poder atender bien a otras personas, necesita que lo cuidemos.

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